El regreso de la saga renace entre belleza y horror. Silent Hill f se presenta como un viaje psicológico con momentos brillantes, otros más torpes, pero siempre inquietante.
Tras más de una década de silencio, Silent Hill vuelve a sus raíces… pero con una piel nueva. Silent Hill f, desarrollado por NeoBards Entertainment, lleva la franquicia a los años 60 en un Japón rural cubierto de niebla, lirios carmesí y un misterio que crece bajo tierra. El resultado: un juego que no teme reinventar la fórmula, con aciertos visuales enormes y algunas grietas que impiden hablar de una obra maestra redonda.
Lo que consigue de maravilla
La atmósfera es su gran triunfo. Cada bosque, cada pasillo, cada aldea envuelta en esa niebla casi viva transmite una mezcla hipnótica de belleza y repulsión. El diseño sonoro, los susurros distantes, el viento que apenas deja oír tus pasos: todo está pensado para que la tensión nunca se rompa. La estética busca percibirse como un juego de terror más que de acción, y de verdad que lo consigue por momentos.
El guion, escrito por Ryukishi07, autor de Higurashi no Naku Koro ni, mezcla trauma, culpa y presión social en un relato que parece un poema enfermo. Cada símbolo, cada flor que brota donde no debería, habla de un dolor que germina, y eso convierte, particularmente a la historia, en una experiencia más emocional que simplemente aterradora.
Además, no está demás decir que este es de esos juegos que invitan a rejugarlo: cada partida revela matices nuevos, perspectivas distintas y finales alternativos que completan el rompecabezas de su trama.
Donde se resquebraja la niebla
No te voy a mentir: el combate puede dividir opiniones.
Aunque las armas improvisadas y las secuencias de acción le dan dinamismo y algo de frescura, si eres un fan del terror clásico puedes sentir que esa intensidad rompe la tensión que define al survival horror. Ahora, es un juego, no una película.
El diseño de niveles también alterna aciertos y tropiezos. Hay entornos memorables —una escuela en ruinas cubierta de raíces, un santuario que respira—, pero otros se sienten planos o con puzles menos inspirados de lo que su atmósfera promete. En particular, el mapa puede percibirse algo confuso al inicio, pero no necesariamente al punto de no querer jugar.
Y luego está el tema de la repetición: volver a jugar para descubrir más finales funciona narrativamente, pero puede sentirse como un reciclaje de mecánicas que no evolucionan lo suficiente. Podría haber sido trabajado de mejor manera.
Entonces…
No obstante, el valor de Silent Hill f es una entrega bastante valiente y atmosférica que reinterpreta el horror psicológico con una sensibilidad distinta, sin tenerle mucho miedo a salirse (solo un poco) de lo que se está acostumbrado a jugar. No todo funciona —el combate y ciertos tramos de diseño restan fluidez—, pero cuando brilla, lo hace con fuerza: una narrativa perturbadora, un apartado visual poético y una ambientación que se queda bajo la piel.
Así que ya lo sabes: Es un juego que te pide paciencia y apertura, más que reflejos rápidos.
¿Para quién es?
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Sí, absolutamente, si disfrutas del terror psicológico, los símbolos ocultos y la narrativa emocional.
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Sí, con matices, si prefieres un ritmo pausado y menos acción.
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Tal vez más adelante, si esperas un survival horror tradicional sin desvíos ni repeticiones… Quizá un juego más simple.
En definitiva, Silent Hill f no revive la niebla: la reinventa. Es un regreso imperfecto, pero necesario, que devuelve al pueblo maldito su alma poética y su eco perturbador.
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